Una Historia de Olas Grandes

retratos de gente y fotos de animales sin un patrón claro, por pasar el rato, no estaba siendo un día demasiado provechoso. Entonces me encontré con Sergio y Marcos, dos jóvenes y prometedores bodyboarders salineros quienes me comentaron que iban a intentar el baño en un secret spot que están surfeando últimamente. “Tiene que estar grande”-me dijeron. Y me decidí a acompañarles. Unos minutos más tarde, después de una pequeña distancia en coche y una caminata bordeando un acantilado, veíamos romper una serie bastante potente. El sitio me impresionó: el tamaño de las olas, las corrientes, el movimiento de agua, la fuerza de las olas, la dificultad para encontrar el sitio adecuado en el pico…un día gris y lluvioso no hacía sino acrecentar el dramatismo.

Sergio y Marcos se miraron y sin pensárselo dos veces decidieron ir al agua. No es la primera sesión de olas grandes, en este spot y en otros como Rinlo, y se nota, están relajados y tranquilos a pesar de que al bajar la marea el tamaño de las olas está aumentando, se está convirtiendo en una verdadera encerrona.

La entrada al agua es bastante complicada, una bajada difícil por un acantilado resbaladizo y un salto al vacío cuando llega la serie. La salida no lo es menos, esperar a que el agua se estabilice y agarrarse a las rocas.

Para remontar al pico hay una especie de canal bordeando el acantilado, que ese día, con una corriente que parece un torrente para rafting los dejó en alta mar en prácticamente pocos minutos.

Después de algunas series, alguna ola surfeada y algún problema para establecer la colocación ideal en el pico, una serie de olas enormes marca en el horizonte. Momentos de nerviosismo, Sergio acaba de pillar una ola y está en lugar seguro, Marcos está en el peor sitio, rema hacia dentro a toda pastilla, la primera ola la pasa relativamente bien, pero la segunda, un espumón impresionante le caza y le rompe el invento. La tabla en el acantilado y Marcos a merced de las corrientes. Pero es un buen nadador y después de unos minutos, de la ayuda de Sergio y de un poco de escalada libre después, ya a salvo en el acantilado todo se ha convertido en una anécdota, risas, bromas y algo que contar a los colegas: alguien que ha surfeado Rinlo gordo no se arruga por cualquier cosa…

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